lunes, 30 de diciembre de 2013
57. Si Dios es todopoderoso y providente ¿por qué entonces existe el mal?
57. Si Dios es todopoderoso y providente
¿por qué entonces existe el mal?
(Compendio 57) Al interrogante, tan
doloroso como misterioso, sobre la existencia del mal solamente se puede dar
respuesta desde el conjunto de la fe cristiana. Dios no es, en modo alguno, ni
directa ni indirectamente, la causa del mal. Él ilumina el misterio del mal en
su Hijo Jesucristo, que ha muerto y ha resucitado para vencer el gran mal
moral, que es el pecado de los hombres y que es la raíz de los restantes males.
Resumen
(C.I.C 324) La permisión divina
del mal físico y del mal moral es misterio que Dios esclarece por su Hijo,
Jesucristo, muerto y resucitado para vencer el mal. La fe nos da la certeza de
que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos
que nosotros sólo coneceremos plenamente en la vida eterna.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 310) Pero ¿por qué Dios no
creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir ningún mal? En su poder
Infinito, Dios podría siempre crear algo mejor (cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, I, 25, 6). Sin
embargo, en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente crear un
mundo "en estado de vía" hacia su perfección última. Este devenir
trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos seres,
la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto
con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto,
con el bien físico existe también el mal
físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección (cf. Santo
Tomás de Aquino, Summa contra gentiles,
3, 71).
Para la reflexión
(C.I.C 309) Si Dios Padre
todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus
criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como
inevitable, tan dolorosa como misteriosa no se puede dar una respuesta simple.
El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la
bondad de la creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale
al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su
Hijo, con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza
de los sacramentos, con la llamada a una vida bienaventurada que las criaturas
son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por un
misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta
a la cuestión del mal.
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