martes, 24 de diciembre de 2013
54. ¿Cómo ha creado Dios el universo? (Primera parte)
(Compendio 54) Dios ha creado el
universo libremente con sabiduría y amor. El mundo no es el fruto de una
necesidad, de un destino ciego o del azar. Dios crea «de la nada» (–ex nihilo–:
2 M 7, 28) un mundo ordenado y bueno, que Él transciende de modo infinito. Dios
conserva en el ser el mundo que ha creado y lo sostiene, dándole la capacidad
de actuar y llevándolo a su realización, por medio de su Hijo y del Espíritu
Santo.
Resumen
(C.I.C 317) Sólo Dios ha creado el
universo, libremente, sin ninguna ayuda. (C.I.C 318)
Ninguna criatura tiene el poder infinito que es necesario para
"crear" en el sentido propio de la palabra, es decir, de producir y
de dar el ser a lo que no lo tenía en modo alguno (llamar a la existencia de la
nada) (cf. DS 3624).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 295) Creemos que Dios creó
el mundo según su sabiduría (cf. Sb 9,9). Este no es producto de una necesidad
cualquiera, de un destino ciego o del azar. Creemos que procede de la voluntad
libre de Dios que ha querido hacer participar a las criaturas de su ser, de su
sabiduría y de su bondad: "Porque tú has creado todas las cosas; por tu
voluntad lo que no existía fue creado" (Ap 4,11). "¡Cuán numerosas
son tus obras, Señor! Todas las has hecho con sabiduría" (Sal 104,24
"Bueno es el Señor para con todos, y sus ternuras sobre todas sus
obras" (Sal 145,9). (C.I.C 296) Creemos
que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna ayuda para crear (cf. Concilio
Vaticano I: DS 3022). La creación tampoco es una emanación necesaria de la
substancia divina (cf. Concilio Vaticano I: DS 3023-3024). Dios crea libremente
"de la nada" (IV Concilio de Letrán: DS 800; 3025): “¿Qué tendría de
extraordinario si Dios hubiera sacado el mundo de una materia preexistente? Un
artífice humano, cuando se le da un material, hace de él todo lo que quiere.
Mientras que el poder de Dios se muestra precisamente cuando parte de la nada
para hacer todo lo que quiere (San Teófilo de Antioquía, Ad Autolicum, 2, 4: PG 6, 1052).
Para la reflexión
(C.I.C 297) La fe en la creación
"de la nada" está atestiguada en la Escritura como una verdad llena
de promesa y de esperanza. Así la madre de los siete hijos macabeos los alienta
al martirio: “Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os
regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno.
Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y
proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con
misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes [...].
Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en
ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género
humano ha llegado así a la existencia (2M 7,22-23.28). (C.I.C 298) Puesto que Dios puede crear de la nada, puede por el
Espíritu Santo dar la vida del alma a los pecadores creando en ellos un corazón
puro (cf. Sal 51,12), y la vida del cuerpo a los difuntos mediante la
Resurrección. Él "da la vida a los muertos y llama a las cosas que no son
para que sean" (Rom 4,17). Y puesto que, por su Palabra, pudo hacer
resplandecer la luz en las tinieblas (cf. Gn 1,3), puede también dar la luz de
la fe a los que lo ignoran (cf. 2Co 4,6). (Continua)
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