viernes, 27 de diciembre de 2013
54. ¿Cómo ha creado Dios el universo? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 54 repetición) Dios ha creado el universo libremente con sabiduría y amor. El
mundo no es el fruto de una necesidad, de un destino ciego o del azar. Dios
crea «de la nada» (–ex nihilo–: 2 M 7, 28) un mundo ordenado y bueno, que Él
transciende de modo infinito. Dios conserva en el ser el mundo que ha creado y
lo sostiene, dándole la capacidad de actuar y llevándolo a su realización, por
medio de su Hijo y del Espíritu Santo.
Resumen
(C.I.C 319) Dios creó el mundo
para manifestar y comunicar su gloria. La gloria para la que Dios creó a sus
criaturas consiste en que tengan parte en su verdad, su bondad y su belleza. (C.I.C
320) Dios, que ha creado el universo, lo mantiene en
la existencia por su Verbo, "el Hijo que sostiene todo con su palabra
poderosa" (Hb 1, 3) y por su Espiritu Creador que da la vida.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 299) Porque Dios crea con
sabiduría, la creación está ordenada: "Tú todo lo dispusiste con medida,
número y peso" (Sb 11,20). Creada en y por el Verbo eterno, "imagen
del Dios invisible" (Col 1,15), la creación está destinada, dirigida al
hombre, imagen de Dios (cf. Gn 1,26), llamado a una relación personal con Dios.
Nuestra inteligencia, participando en la luz del Entendimiento divino, puede
entender lo que Dios nos dice por su creación (cf. Sal 19,2-5), ciertamente no sin
gran esfuerzo y en un espíritu de humildad y de respeto ante el Creador y su
obra (cf. Jb 42,3). Salida de la bondad divina, la creación participa en esa
bondad ("Y vio Dios que era bueno [...] muy bueno": Gn
1,4.10.12.18.21.31). Porque la creación es querida por Dios como un don
dirigido al hombre, como una herencia que le es destinada y confiada. La
Iglesia ha debido, en repetidas ocasiones, defender la bondad de la creación,
comprendida la del mundo material (cf. San León Magno, Epistula Quam laudabiliter: DS 286; I Concilio de
Braga: DS 455-463; IV Concilio de Letrán: DS 800; Concilio de Florencia: DS 333; Concilio Vaticano I: DS 3002).
(C.I.C 300) Dios es infinitamente más grande
que todas sus obras (cf. Si 43,28): "Su majestad es más alta que los
cielos" (Sal 8,2), "su grandeza no tiene medida" (Sal 145,3).
Pero porque es el Creador soberano y libre, causa primera de todo lo que
existe, está presente en lo más íntimo de sus criaturas: "En el vivimos,
nos movemos y existimos" (Hch 17,28). Según las palabras de san Agustín,
Dios es "superior summo meo et
interior intimo meo" ("Dios está por encima de lo más alto que
hay en mí y está en lo más hondo de mi intimidad") (San Agustín, Confessiones, 3, 6, 11: PL 32, 688).
Para la reflexión
(C.I.C 501) Jesús es el Hijo único de María. Pero la
maternidad espiritual de María se extiende (cf. Jn 19, 26-27; Ap 12, 17) a
todos los hombres a los cuales, El vino a salvar: "Dio a luz al Hijo, al
que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos (Rom 8,29), es decir, de los
creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de madre" (Lumen gentium, 63). [Fin]
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