sábado, 28 de diciembre de 2013
55. ¿En qué consiste la Providencia divina?
55. ¿En qué consiste la Providencia
divina?
(Compendio 55) La divina Providencia
consiste en las disposiciones con las que Dios conduce a sus criaturas a la
perfección última, a la que Él mismo las ha llamado. Dios es el autor soberano
de su designio. Pero para realizarlo se sirve también de la cooperación de sus
criaturas, otorgando al mismo tiempo a éstas la dignidad de obrar por sí
mismas, de ser causa unas de otras.
Resumen
(C.I.C 321) La divina providencia
consiste en las disposiciones por las que Dios conduce con sabiduría y amor
todas las criaturas hasta su fin último.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 302) La creación tiene su
bondad y su perfección propias, pero no salió plenamente acabada de las manos
del Creador. Fue creada "en estado de vía" (in statu viae) hacia una perfección última todavía por alcanzar, a
la que Dios la destinó. Llamamos divina providencia a las disposiciones por las
que Dios conduce la obra de su creación hacia esta perfección. “Dios guarda y
gobierna por su providencia todo lo que creó, ‘alcanzando con fuerza de un
extremo al otro del mundo y disponiéndolo todo suavemente’ (Sb 8, 1). Porque ‘todo
está desnudo y patente a sus ojos’ (Hb 4, 13), incluso cuando haya de suceder
por libre decisión de las criaturas (Concilio Vaticano I: DS 3003). (C.I.C
303) El testimonio de la Escritura es unánime: la
solicitud de la divina providencia es concreta e inmediata; tiene cuidado de
todo, de las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y
de la historia. Las Sagradas Escrituras afirman con fuerza la soberanía
absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos: "Nuestro Dios en los
cielos y en la tierra, todo cuanto le place lo realiza" (Sal 115, 3); y de
Cristo se dice: "si Él abre, nadie puede cerrar; si Él cierra, nadie puede
abrir" (Ap 3, 7); "hay muchos proyectos en el corazón del hombre,
pero sólo el plan de Dios se realiza" (Pr 19, 21). (C.I.C 304) Así vemos al Espíritu Santo, autor principal de la
Sagrada Escritura atribuir con frecuencia a Dios acciones sin mencionar causas
segundas. Esto no es "una manera de hablar" primitiva, sino un modo
profundo de recordar la primacía de Dios y su señorío absoluto sobre la
historia y el mundo (cf. Is 10, 5-15; 45, 5-7; Dt 32, 39; Si 11, 14) y de
educar así para la confianza en Él. La oración de los salmos es la gran escuela
de esta confianza (cf. Sal 22; 32; 35; 103; 138 y en otros lugares).
Para la reflexión
(C.I.C 305) Jesús pide un abandono
filial en la providencia del Padre celestial que cuida de las más pequeñas
necesidades de sus hijos: "No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿qué
vamos a comer? ¿qué vamos a beber? [...] Ya sabe vuestro Padre celestial que
tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas
esas cosas se os darán por añadidura" (Mt 6, 31-33; cf. 10, 29-31). (C.I.C
306) Dios es el Señor soberano de su designio. Pero
para su realización se sirve también del concurso de las criaturas. Esto no es
un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Dios todopoderoso.
Porque Dios no da solamente a sus criaturas la existencia, les da también la
dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y principios unas de otras y de
cooperar así a la realización de su designio.
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