domingo, 8 de diciembre de 2013
45. ¿Puede la razón humana conocer, por sí sola, el misterio de la Santísima Trinidad?
(Compendio 45) Dios ha dejado huellas de su ser
trinitario en la creación y en el Antiguo Testamento, pero la intimidad de su ser
como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón humana e
incluso a la fe de Israel, antes de la Encarnación del Hijo de Dios y del envío
del Espíritu Santo. Este misterio ha sido revelado por Jesucristo, y es la
fuente de todos los demás misterios.
Resumen
(C.I.C 261) El misterio de la
Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo
Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 50) Mediante la razón
natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero
existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo
alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina (cf. Concilio
Vaticano I: DS 3015). Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se
da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que
estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres. Revela
plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al
Espíritu Santo. (C.I.C 237) La Trinidad es un
misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios escondidos en Dios, “que
no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto” (Concilio Vaticano
I: DS 3015). Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su
obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la
intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la
sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios
y el envío del Espíritu Santo.
Para la reflexión
(C.I.C 1066) En el Símbolo de la
fe, la Iglesia confiesa el misterio de la Santísima Trinidad y su
"designio benevolente" (Ef 1,9) sobre toda la creación: El Padre
realiza el "misterio de su voluntad" dando a su Hijo Amado y al
Espíritu Santo para la salvación del mundo y para la gloria de su Nombre. Tal
es el Misterio de Cristo (cf. Ef 3,4), revelado y realizado en la historia
según un plan, una "disposición" sabiamente ordenada que San Pablo llama "la Economía del Misterio" (Ef 3,9)
y que la tradición patrística llamará "la Economía del Verbo
encarnado" o "la Economía de la salvación".
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