jueves, 10 de octubre de 2013
Za 13, 1 Aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David
1 Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de
David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la
impureza.
(C.I.C 2560) "Si conocieras el don de Dios" (Jn
4, 10). La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al pozo
donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser
humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed,
su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración,
sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de sed del hombre. Dios
tiene sed de que el hombre tenga sed de Él (San Agustín, De diversis quaestionibus octoginta tribus, 64, 4: PL 40, 56).
(C.I.C 2561) "Tú le habrías rogado a él, y él te habría dado agua
viva" (Jn 4, 10). Nuestra oración de petición es paradójicamente una
respuesta. Respuesta a la queja del Dios vivo: "A mí me dejaron, manantial
de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas" (Jr 2, 13),
respuesta de fe a la promesa gratuita de salvación (cf. Jn 7, 37-39; Is 12, 3;
51, 1), respuesta de amor a la sed del Hijo único (cf. Jn 19, 28; Za 12, 10;
13, 1).
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