miércoles, 16 de octubre de 2013
Ml 2, 13-15 ¿No ha hecho él un solo ser, que tiene carne y espíritu?
13 Ustedes hacen
todavía otra cosa: cubren el altar del Señor de lágrimas, llantos y gemidos,
porque él no se vuelve más hacia la ofrenda, ni la acepta de las manos de
ustedes. 14 Y ustedes dicen: «¿Por qué?». Porque el Señor ha sido testigo entre
ti y la esposa de tu juventud, a la que tú traicionaste, aunque ella era tu
compañera y la mujer de tu alianza. 15 ¿No ha hecho él un solo ser, que tiene
carne y espíritu? ¿Y qué busca este único ser? Una descendencia dada por Dios.
Tengan cuidado, entonces, de su espíritu y que nadie traicione a la mujer de su
juventud.
(C.I.C 1611) Contemplando la
Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel
(cf. Os 1-3; Is 54.62; Jr 2-3; 31; Ez 16;23), los profetas fueron preparando la
conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y
de la indisolubilidad del matrimonio (cf. Mal 2,13-17). Los libros de Rut y de
Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la
fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el
Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto que éste
es reflejo del amor de Dios, amor "fuerte como la muerte" que
"las grandes aguas no pueden anegar" (Ct 8,6-7).
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