viernes, 25 de octubre de 2013
4. ¿Basta la sola luz de la razón para conocer el misterio de Dios?
(Compendio 4) Para conocer a Dios con la sola luz de la
razón, el hombre encuentra muchas dificultades. Además no puede entrar por sí
mismo en la intimidad del misterio divino. Por ello, Dios ha querido iluminarlo
con su Revelación, no sólo acerca de las verdades que superan la comprensión
humana, sino también sobre verdades religiosas y morales, que, aun siendo de
por sí accesibles a la razón, de esta manera pueden ser conocidas por todos sin
dificultad, con firme certeza y sin mezcla de error.
Resumen
(C.I.C 46) Cuando el hombre
escucha el mensaje de las criaturas y la voz de su conciencia, entonces puede
alcanzar a certeza de la existencia de Dios, causa y fin de todo.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 37) Sin embargo, en las
condiciones históricas en que se encuentra, el hombre experimenta muchas
dificultades para conocer a Dios con la sola luz de su razón: “A pesar de que
la razón humana, sencillamente hablando, pueda verdaderamente por sus fuerzas y
su luz naturales, llegar a un conocimiento verdadero y cierto de un Dios
personal, que protege y gobierna el mundo por su providencia, así como de una
ley natural puesta por el Creador en nuestras almas, sin embargo hay muchos
obstáculos que impiden a esta misma razón usar eficazmente y con fruto su poder
natural; porque las verdades que se refieren a Dios y a los hombres sobrepasan
absolutamente el orden de las cosas sensibles y cuando deben traducirse en
actos y proyectarse en la vida exigen que el hombre se entregue y renuncie a sí
mismo. El espíritu humano, para adquirir semejantes verdades, padece dificultad
por parte de los sentidos y de la imaginación, así como de los malos deseos
nacidos del pecado original. De ahí procede que en semejantes materias los hombres
se persuadan de que son falsas, o al menos dudosas, las cosas que no quisieran
que fuesen verdaderas” (Pío XII, Humani
Generis: DS 3875).
Para la reflexión
(C.I.C 38) Por esto el hombre
necesita ser iluminado por la revelación de Dios, no solamente acerca de lo que
supera su entendimiento, sino también sobre "las verdades religiosas y
morales que de suyo no son inaccesibles a la razón, a fin de que puedan ser, en
el estado actual del género humano, conocidas de todos sin dificultad, con una
certeza firme y sin mezcla de error" (cf. Dei Filius c. 2: DS 3005; Dei
Verbum, 6; Santo Tomás de Aquino, Summa
theologiae 1,1,1).
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