viernes, 18 de octubre de 2013
Ml 3, 19 Porque llega el Día, abrasador como un horno
19 Porque llega el Día, abrasador como un horno. Todos
los arrogantes y los que hacen el mal serán como paja; el Día que llega los
consumirá, dice el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles raíz ni rama.
(C.I.C 676) Esta impostura del Anticristo aparece esbozada
ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en
la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a
través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha
rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf.
Decreto sobre el milenarismo (19
julio 1944): DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo
secularizado, "intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, "Divini Redemptoris" (19 marzo 1937)
condenando “los errores presentados bajo un falso sentido mistico” “de esta especie de falseada
redención de los más humildes" p. 69;
Gaudium et spes, 20-21). (C.I.C 679) Cristo es Señor de la vida eterna. El
pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los
hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. "Adquirió" este
derecho por su Cruz. El Padre también ha entregado "todo juicio al
Hijo" (Jn 5, 22; cf. Jn 5, 27; Mt 25, 31; Hch 10, 42; 17, 31; 2Tm 4, 1).
Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar (cf. Jn 3,17) y
para dar la vida que hay en él (cf. Jn 5, 26). Es por el rechazo de la gracia
en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo (cf. Jn 3, 18; 12, 48);
es retribuido según sus obras (cf. 1Co 3, 12-15) y puede incluso condenarse
eternamente al rechazar el Espíritu de amor (cf. Mt 12, 32; Hb 6, 4-6; 10,
26-31).
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