jueves, 22 de agosto de 2013
Lm 5, 21 Vuélvenos hacia ti, Señor, y volveremos
21 ¡Vuélvenos hacia ti, Señor, y volveremos: renueva
nuestros días como en los tiempos pasados!
(C.I.C 1432) El corazón del
hombre es torpe y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo
(cf. Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios
que hace volver a El nuestros corazones: "Conviértenos, Señor, y nos convertiremos"
(Lm 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir
la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el
peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse
separado de él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados
traspasaron (cf. Jn 19,37; Za 12,10). “Tengamos los ojos fijos en la sangre de
Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido
derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia
del arrepentimiento” (San Clemente Romano, Epistula
ad Corinthios, 7, 4).
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