miércoles, 14 de agosto de 2013
Jr 31, 31-32 Estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel
31 Llegarán los
días –oráculo del Señor– en que estableceré una nueva Alianza con la casa de
Israel y la casa de Judá. 32 No será como la Alianza que establecí con sus
padres el día en que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de
Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño –oráculo del
Señor–.
(C.I.C 64) Por los profetas,
Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza
nueva y eterna destinada a todos los hombres (cf. Is 2,2-4), y que será grabada
en los corazones (cf. Jr 31,31-34; Hb 10,16). Los profetas anuncian una
redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus
infidelidades (cf. Ez 36), una salvación que incluirá a todas las naciones (cf.
Is 49,5-6; 53,11). Serán sobre todo los pobres y los humildes del Señor (cf. So
2,3) quienes mantendrán esta esperanza. Las mujeres santas como Sara, Rebeca,
Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit y Ester conservaron viva la esperanza de la
salvación de Israel. De ellas la figura más pura de esta esperanza es María
(cf. Lc 1,38). (C.I.C 762) La preparación
lejana de la reunión del pueblo de Dios comienza con la vocación de Abraham, a
quien Dios promete que llegará a ser Padre de un gran pueblo (cf Gn 12, 2; 15,
5-6). La preparación inmediata comienza con la elección de Israel como pueblo
de Dios (cf Ex 19, 5-6; Dt 7, 6). Por su elección, Israel debe ser el signo de
la reunión futura de todas las naciones (cf Is 2, 2-5; Mi 4, 1-4). Pero ya los
profetas acusan a Israel de haber roto la alianza y haberse comportado como una
prostituta (cf Os 1; Is 1, 2-4; Jr 2; etc.). Anuncian, pues, una Alianza nueva
y eterna (cf. Jr 31, 31-34; Is 55, 3). "Jesús instituyó esta nueva
alianza" (Lumen gentium, 9).
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