jueves, 29 de agosto de 2013
Ez 20, 39 No profanarán más mi santo Nombre
39 En cuanto a ustedes, casa de Israel, así habla el
Señor: Que cada uno vaya a servir a sus ídolos, pero juro que después ustedes
me escucharán y ya no profanarán más mi santo Nombre con sus ofrendas y sus
ídolos.
(C.I.C 2811) A pesar de la Ley santa que le da y le
vuelve a dar el Dios Santo (cf. Lv 19, 2: "Sed santos, porque yo, el
Señor, vuestro Dios soy santo"), y aunque el Señor "tuvo respeto a su
Nombre" y usó de paciencia, el pueblo se separó del Santo de Israel y
"profanó su Nombre entre las naciones" (cf. Ez 20, 36). Por eso, los
justos de la Antigua Alianza, los pobres que regresaron del exilio y los
profetas se sintieron inflamados por la pasión por su Nombre. (C.I.C 2812)
Finalmente, el Nombre de Dios Santo se nos ha revelado y dado, en la carne, en
Jesús, como Salvador (cf. Mt 1, 21; Lc 1, 31): revelado por lo que Él es, por su Palabra y por su Sacrificio (cf. Jn 8,
28; 17, 8; 17, 17-19). Esto es el núcleo de su oración sacerdotal: "Padre
santo... por ellos me consagro a mí mismo, para que ellos también sean
consagrados en la verdad" (Jn 17, 19). Jesús nos "manifiesta" el
Nombre del Padre (Jn 17, 6) porque "santifica" Él mismo su
Nombre (cf. Ez 20, 39; 36, 20-21). Al terminar su Pascua, el Padre le da el
Nombre que está sobre todo nombre: Jesús es Señor para gloria de Dios Padre (cf.
Flp 2, 9-11).
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