miércoles, 5 de diciembre de 2012
Tb 8, 4-9 Para constituir un verdadero matrimonio
4 Mientras tanto,
los padres habían salido de la habitación y cerraron la puerta. Tobías se levantó
de la cama y dijo a Sara: «Levántate, hermana, y oremos para pedir al Señor que
nos manifieste su misericordia y su salvación». 5 Ella se levantó, y los dos se
pusieron a orar para alcanzar la salvación. El comenzó así: «¡Bendito seas,
Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los
siglos! ¡Que te bendigan los cielos y todas tus criaturas por todos los siglos!
6 Tú creaste a Adán e hiciste a Eva, su mujer, para que le sirviera de ayuda y
de apoyo, y de ellos dos nació el género humano. Tú mismo dijiste: «No conviene
que el hombre esté solo. Hagámosle una ayuda semejante a él». 7 Yo ahora tomo
por esposa a esta hermana mía, no para satisfacer una pasión desordenada, sino
para constituir un verdadero matrimonio. ¡Ten misericordia de ella y de mí, y
concédenos llegar juntos a la vejez!». 8 Ambos dijeron: «¡Amén, amén!», 9 y se
acostaron a dormir. Cuando Ragüel se levantó, llamó sus servidores y fue con
ellos a cavar una fosa.
(C.I.C 2361) ‘La sexualidad […] mediante la cual el
hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos de
los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo
de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente
humano solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la
mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte’ (Familiaris consortio, 11). “Tobías se levantó del lecho y dijo a
Sara: ‘Levántate, hermana, y oremos y pidamos a nuestro Señor que se apiade de
nosotros y nos salve’. Ella se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el
poder quedar a salvo. Comenzó él diciendo: ‘¡Bendito seas tú, Dios de nuestros
padres [...]. Tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén
y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo
dijiste: «no es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda
semejante a él». Yo no tomo a ésta mi hermana con deseo impuro, mas con recta
intención. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra
ancianidad’. Y dijeron a coro: ‘Amén, amén’. Y se acostaron para pasar la noche
(Tb 8, 4-9).
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