martes, 25 de diciembre de 2012

Jb 10, 8-12 Me diste la vida y me trataste con amor



(Jb 10, 8-12) Me diste la vida y me trataste con amor

8 Tus manos me modelaron y me hicieron, y luego, cambiando de parecer, me destruyes. 9 Acuérdate que me hiciste de la arcilla y que me harás retornar al polvo. 10 ¿Acaso no me derramaste como leche y me cuajaste como el queso? 11 Me revestiste de piel y de carne y me tejiste con huesos y tendones. 12 Me diste la vida y me trataste con amor, y tu solicitud preservó mi aliento.  
(C.I.C 2270) La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida (Cf. Donum vitae, 1, 1). “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado”. (Jr 1, 5). “Y mis huesos no se te ocultaban, cuando era yo hecho en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra. (Sal 139, 15).

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