lunes, 31 de diciembre de 2012
Jb 42, 3 Sí, yo hablaba sin entender
(C.I.C 299)
Porque Dios crea con sabiduría, la creación está ordenada: "Tú todo lo
dispusiste con medida, número y peso" (Sb 11,20). Creada en y por el Verbo
eterno, "imagen del Dios invisible" (Col 1,15), la creación está
destinada, dirigida al hombre, imagen de Dios (cf. Gn 1,26), llamado a una
relación personal con Dios. Nuestra inteligencia, participando en la luz del
Entendimiento divino, puede entender lo que Dios nos dice por su creación (cf.
Sal 19,2-5), ciertamente no sin gran esfuerzo y en un espíritu de humildad y de
respeto ante el Creador y su obra (cf. Jb 42,3). Salida de la bondad divina, la
creación participa en esa bondad ("Y vio Dios que era bueno [...] muy
bueno": Gn 1,4.10.12.18.21.31). Porque la creación es querida por Dios
como un don dirigido al hombre, como una herencia que le es destinada y
confiada. La Iglesia ha debido, en repetidas ocasiones, defender la bondad de
la creación, comprendida la del mundo material (cf. San León Magno, Epistula Quam laudabiliter: DS 286; I Concilio de
Braga: DS 455-463; IV Concilio de Letrán: DS 800; Concilio de Florencia: DS 333; Concilio Vaticano I: DS 3002).
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