domingo, 2 de diciembre de 2012
Tb 4, 3-4 Honra a tu madre, y no la abandones
3 Entonces llamó a
su hijo Tobías y, cuando este se presentó, le dijo: «Entiérrame dignamente.
Honra a tu madre, y no la abandones ningún día de su vida. Trata de complacerla
y no la entristezcas. 4 Acuérdate, hijo mío, de todos los peligros a que estuvo
expuesta por tu causa, mientras te llevaba en su seno. Y cuando muera,
entiérrala junto a mí en la misma tumba.
(C.I.C 2214) La paternidad divina es la fuente de la
paternidad humana (Cf. Ef 3, 14); es el fundamento del honor debido a los
padres. El respeto de los hijos, menores o mayores de edad, hacia su padre y
hacia su madre (Cf. Pr 1, 8; Tb 4, 3-4), se nutre del afecto natural nacido del
vínculo que los une. Es exigido por el precepto divino (Cf. Ex 20, 12). (C.I.C 2215)
“El respeto a los padres (piedad filial)
está hecho de gratitud para quienes,
mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, han traído sus hijos al mundo
y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia. ‘Con todo tu
corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que
por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?’ (Si 7,
27-28).
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