viernes, 13 de marzo de 2009
Hch 9, 20-25 Comenzó a predicar Jesús, Hijo de Dios
(Hch 9, 20-25) Comenzó a predicar Jesús, Hijo de Dios
[20] y luego comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios. [21] Todos los que lo oían quedaban sorprendidos y decían: «¿No es este aquel mismo que perseguía en Jerusalén a los que invocan este Nombre, y que vino aquí para llevarlos presos ante los jefes de los sacerdotes?». [22] Pero Saulo, cada vez con más vigor, confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrándoles que Jesús es realmente el Mesías. [23] Al cabo de un tiempo, los judíos se pusieron de acuerdo para quitarle la vida, [24] pero Saulo se enteró de lo que tramaban contra él. Y como los judíos vigilaban noche y día las puertas de la ciudad, para matarlo, [25] sus discípulos lo tomaron durante la noche, y lo descolgaron por el muro, metido en un canasto.
(C.I.C 430) Jesús quiere decir en hebreo: "Dios salva". En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión (cf. Lc 1, 31). Ya que "¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?" (Mc 2, 7); es Él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho hombre, "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 21). En Jesús, Dios recapitula así toda la historia de la salvación en favor de los hombres. (C.I.C 435) El Nombre de Jesús está en el corazón de la plegaria cristiana. Todas las oraciones litúrgicas se acaban con la fórmula "Per Dominum Nostrum Jesum Christum..." ("Por Nuestro Señor Jesucristo..."). El "Avemaría" culmina en "y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". La oración del corazón, en uso en oriente, llamada "oración a Jesús" dice: " Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador". Numerosos cristianos mueren, como Santa Juana de Arco, teniendo en sus labios una única palabra: "Jesús" (Cf. La réhabilitation de Jeanne la Pucelle. L’enquête ordonnée par Charles VII en 1450 et le codicille de Guillaume Bouillé, p. 39, 45. 46). (C.I.C 436) Cristo viene de la traducción griega del término hebreo "Mesías" que quiere decir "ungido". No pasa a ser nombre propio de Jesús sino porque Él cumple perfectamente la misión divina que esa palabra significa. En efecto, en Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión que habían recibido de Él. Este era el caso de los reyes (cf. 1S 9, 16; 10, 1; 16, 1. 12-13; 1R 1, 39), de los sacerdotes (cf. Ex 29, 7; Lv 8, 12) y, excepcionalmente, de los profetas (cf. 1R 19, 16). Este debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino (cf. Sal 2, 2; Hch 4, 26-27). El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor (cf. Is 11, 2) a la vez como rey y sacerdote (cf. Za 4, 14; 6, 13) pero también como profeta (cf. Is 61, 1; Lc 4, 16-21). Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey.
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