jueves, 19 de marzo de 2009
Hch 10, 24-29 Quisiera saber para qué me llamaron
(Hch 10, 24-29) Quisiera saber para qué me llamaron
[24] Al otro día, llegaron a Cesarea. Cornelio los esperaba, y había reunido a su familia y a sus amigos íntimos. [25] Cuando Pedro entró, Cornelio fue a su encuentro y se postró a sus pies. [26] Pero Pedro lo hizo levantar, diciéndole: «Levántate, porque yo no soy más que un hombre». [27] Y mientras seguía conversando con él, entró y se encontró con un grupo numeroso de personas, que estaban reunidas allí. [28] Dirigiéndose a ellas, les dijo: «Ustedes saben que está prohibido a un judío tratar con un extranjero o visitarlo. Pero Dios acaba de mostrarme que no hay que considerar manchado o impuro a ningún hombre. [29] Por eso, cuando ustedes me llamaron, vine sin dudar. Y ahora quisiera saber para qué me llamaron».
(C.I.C 1989) La primera obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión, que obra la justificación según el anuncio de Jesús al comienzo del Evangelio: ‘Convertíos porque el Reino de los cielos está cerca’ (Mt 4, 17). Movido por la gracia, el hombre se vuelve a Dios y se aparta del pecado, acogiendo así el perdón y la justicia de lo alto. ‘La justificación no es solo remisión de los pecados, sino también santificación y renovación del interior del hombre’(Concilio de Trento: DS 1528). (C.I.C 1990) La justificación libera al hombre del pecado que contradice al amor de Dios, y purifica su corazón. La justificación es prolongación de la iniciativa misericordiosa de Dios que otorga el perdón. Reconcilia al hombre con Dios, libera de la servidumbre del pecado y sana.
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