lunes, 9 de marzo de 2009
Hch 8, 5-8 Todos recibían las palabras de Felipe
(Hch 8, 5-8) Todos recibían las palabras de Felipe
[5] Felipe descendió a la ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo. [6] Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe. [7] Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados. [8] Y fue grande la alegría de aquella ciudad.
(C.I.C 1816) El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos […] vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (Lumen gentium, 42; Cf. Dignitatis humanae, 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo […] aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32-33).
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