jueves, 5 de marzo de 2009
Hch 7, 17-29 Moisés era muy hermoso delante de Dios
(Hch 7, 17-29) Moisés era muy hermoso delante de Dios.
[17] Al acercarse el tiempo en que debía cumplirse la promesa que Dios había hecho a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto, [18] hasta que vino un nuevo rey que no sabía nada acerca de José. [19] Este rey, empleando la astucia contra nuestro pueblo, maltrató a nuestros padres y los obligó a que abandonaran a sus hijos recién nacidos para que no sobrevivieran. [20] En ese tiempo nació Moisés, que era muy hermoso delante de Dios. Durante tres meses fue criado en la casa de su padre, [21] y al ser abandonado, la hija del Faraón lo recogió y lo crió como a su propio hijo. [22] Así Moisés fue iniciado en toda la sabiduría de los egipcios y llegó a ser poderoso en palabras y obras. [23] Al cumplir cuarenta años, sintió un vivo deseo de visitar a sus hermanos, los israelitas. [24] Y como vio que maltrataban a uno de ellos salió en su defensa, y vengó al oprimido matando al egipcio. [25] Moisés pensaba que sus hermanos iban a comprender que Dios, por su intermedio, les daría la salvación. Pero ellos no lo entendieron así. [26] Al día siguiente sorprendió a dos israelitas que se estaban peleando y trató de reconciliarlos, diciéndoles: “Ustedes son hermanos, ¿por qué se hacen daño?”. [27] Pero el que maltrataba a su compañero rechazó a Moisés y le dijo: “¿Quién te ha nombrado jefe o árbitro nuestro? [28] ¿Acaso piensas matarme como mataste ayer al egipcio?”. [29] A oír esto, Moisés huyó y fue a vivir al país de Madián, donde tuvo dos hijos.
(C.I.C 707) Las Teofanías [manifestaciones de Dios] iluminan el camino de la Promesa, desde los Patriarcas a Moisés y desde Josué hasta las visiones que inauguran la misión de los grandes profetas. La tradición cristiana siempre ha reconocido que, en estas Teofanías, el Verbo de Dios se dejaba ver y oír, a la vez revelado y "cubierto" por la nube del Espíritu Santo. (C.I.C 708) Esta pedagogía de Dios aparece especialmente en el don de la Ley (cf. Ex 19-20; Dt 1-11; 29-30), que fue dada como un "pedagogo" para conducir al Pueblo hacia Cristo (Ga 3, 24). Pero su impotencia para salvar al hombre privado de la "semejanza" divina y el conocimiento creciente que ella da del pecado (cf. Rm 3, 20) suscitan el deseo del Espíritu Santo. Los gemidos de los Salmos lo atestiguan. (C.I.C 709) La Ley, signo de la Promesa y de la Alianza, habría debido regir el corazón y las instituciones del Pueblo salido de la fe de Abraham. "Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza [...] seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa" (Ex 19,5-6; cf. 1P 2, 9). Pero, después de David, Israel sucumbe a la tentación de convertirse en un reino como las demás naciones. Pues bien, el Reino objeto de la promesa hecha a David (cf. 2S 7; Sal 89; Lc 1, 32-33) será obra del Espíritu Santo; pertenecerá a los pobres según el Espíritu.
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