martes, 17 de marzo de 2009
Hch 10, 5-8 Envía algunos hombres en busca de Simón
(Hch 10, 5-8) Envía algunos hombres en busca de Simón
[5] Envía ahora algunos hombres a Jope en busca de Simón, llamado Pedro, [6] que se hospeda en la casa de un tal Simón, un curtidor que vive a la orilla del mar». [7] En cuanto el Ángel se alejó, Cornelio llamó a dos de sus servidores y a un soldado piadoso de los que estaban a sus órdenes. [8] Después de haberles contado lo sucedido, los envió a Jope.
(C.I.C 336) Desde su comienzo (cf. Mt 18, 10) a la muerte (cf. Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf. Sal 34, 8; 91, 1013) y de su intercesión (cf. Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida" (san Basilio Magno, Adversus Eunomium 3, 1: PG 29, 656). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios. (C.I.C 2462) La limosna hecha a los pobres es un testimonio de caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios. (C.I.C 2447) Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales socorremos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58, 6-7; Hb 13, 3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf. Mt 25,31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf. Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf. Mt 6, 2-4): “El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo” (Lc 3, 11). “Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros” (Lc 11, 41). “Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: ‘Id en paz, calentaos o hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?” (St 2, 15-16; cf Jn 3, 17).
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