domingo, 1 de marzo de 2009

Hch 5, 20- 21a Vayan al Templo y anuncien al pueblo

(Hch 5, 20- 21a) Vayan al Templo y anuncien al pueblo
[20] «Vayan al Templo y anuncien al pueblo todo lo que se refiere a esta nueva Vida». [21] Los Apóstoles, obedeciendo la orden, entraron en el Templo en las primeras horas del día, y se pusieron a enseñar.
(C.I.C 334) De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (cf. Hch 5, 18-20; 8, 26-29; 10, 3-8; 12, 6-11; 27, 23-25). (C.I.C 335) En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo (cf. Plegaria eucarística, 27, Sanctus: Misal Romano); invoca su asistencia (así en el “Supplices te rogamus…” [“Te pedimos humildemente…”] del Canon romano el "In Paradisum deducant te angeli..." ["Al Paraíso te lleven los ángeles..."] de la liturgia de difuntos (Ritual de exequias, 50), o también en el "himno querúbico" de la liturgia bizantina (Liturgia bizantina de san Juan Crisóstomo, Hymnus Cherubinorum) y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios). (C.I.C 336) Desde su comienzo (cf. Mt 18, 10) a la muerte (cf. Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf. Sal 34, 8; 91, 1013) y de su intercesión (cf. Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida" (san Basilio Magno, Adversus Eunomium 3, 1: PG 29, 656). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.

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