jueves, 17 de enero de 2019
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 417.
(Respuesta YouCat – repeticion) Según la voluntad de
Dios, el esposo y la esposa se encuentran en el placer erótico y sexual para
unirse en el amor más profundamente y permitir que de su amor surjan los hijos.
Reflecciones y
puntos a profundizar
(Comentario
CIC) (CIC 2366) La
fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal
tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor
mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es
fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que “está en favor de la vida” (Familiaris Consortio, 30), enseña que
todo “acto matrimonial en sí mismo debe quedar abierto a la transmisión de la
vida” (Humanae vitae, 11). “Esta
doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la
inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por
propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado
unitivo y el significado procreador” (Humanae
vitae, 12; cf Pío XI, Carta enc. Casti
connubii).
Para meditar
(Comentario
YouCat) El cuerpo, el placer y el disfrute erótico gozan de
una alta estima en el cristianismo: «El Cristianismo [...] cree que la materia
es buena, que Dios mismo asumió forma humana, que incluso en el cielo se nos
dará un tipo de cuerpo y que éste será una parte esencial de nuestra felicidad,
belleza y poder. El Cristianismo ha enaltecido el matrimonio más que cualquier
otra religión. Casi toda La alta poesía amorosa de la literatura mundial ha
sido elaborada por cristianos y el Cristianismo se opone a quien afirma que la
sexualidad es mala en sí misma» (C. S. Lewis, Perdón, soy cristiano). Pero el
placer no es un fin en sí mismo. Allí donde el placer de una pareja se cierra
en sí mismo y no está abierto a la nueva vida que pudiera surgir de él, no hace
justicia a la esencia del amor.
(Comentario CIC) (CIC 2367) Llamados a dar la vida, los esposos participan del
poder creador y de la paternidad de Dios (cf Ef 3, 14; Mt 23, 9).
“En el deber de transmitir la vida humana y educarla, que han de considerar
como su misión propia, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios
Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por ello, cumplirán su tarea con
responsabilidad humana y cristiana” (Gaudium
et spes, 50, 2).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario