lunes, 4 de diciembre de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 229
(Respuesta YouCat – repeticion) Desde el examen de la
culpa personal surge el deseo de mejorar; esto se llama arrepentimiento. Se
produce cuando vemos la contradicción entre el amor de Dios y nuestro pecado.
Entonces nos llenamos de dolor por nuestros pecados; nos decidimos a cambiar
nuestra vida y ponemos toda nuestra confianza en el auxilio de Dios.
Reflecciones y
puntos a profundizar (Comentario
CIC) (C.I.C 1432) El corazón del hombre es
torpe y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf. Ez
36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace
volver a El nuestros corazones: "Conviértenos, Señor, y nos convertiremos"
(Lm 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir
la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el
peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse
separado de él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados
traspasaron (cf. Jn 19,37; Za 12,10). “Tengamos los ojos fijos en la sangre de
Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido
derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia
del arrepentimiento” (San Clemente Romano, Epistula
ad Corinthios, 7, 4).
Para meditar
(Comentario
YouCat) Con
frecuencia se oculta la realidad del pecado. Algunos creen incluso que contra
los sentimientos de culpa encillamente sólo hay que tomar medidas psicológicas.
Pero los verdaderos sentimientos de culpa son importantes. Es como en los
coches: cuando el velocímetro señala que se ha superado el límite de velocidad,
no es culpable el velocímetro, sino el conductor. Cuanto más nos acercamos a
Dios, que es todo Luz, tanto más claramente salen a la luz nuestras sombras.
Pero Dios no es una luz que quema, sino una Luz que cura. Por eso eL
arrepentimiento nos impulsa a avanzar hacia la Luz en la que somos
completamente curados.
(Comentario CIC) (C.I.C 1433)
Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en lo referente al
pecado" (Jn. 16, 8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el que el
Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado, es el Consolador
(cf. Jn 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de
la conversión (cf. Hch 2,36-38; Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem, 27-48).
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