sábado, 21 de marzo de 2015
404. ¿Qué más requiere una auténtica convivencia humana? (Primera parte)
(Compendio 404) Una auténtica convivencia humana requiere
respetar la justicia y la recta jerarquía de valores, así como el subordinar
las dimensiones materiales e instintivas a las interiores y espirituales. En
particular, cuando el pecado pervierte el clima social, se necesita hacer un
llamamiento a la conversión del corazón y a la gracia de Dios, para conseguir
los cambios sociales que estén realmente al servicio de cada persona,
considerada en su integridad. La caridad es el más grande mandamiento social,
pues exige y da la capacidad de practicar la justicia.
Resumen
(C.I.C 1805) Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por
eso se las llama ‘cardinales’; todas las demás se agrupan en torno a ellas.
Estas son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. ‘¿Amas la
justicia? Las virtudes son el fruto de sus esfuerzos, pues ella enseña la
templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza’ (Sb 8, 7). Bajo otros
nombres, estas virtudes son alabadas en numerosos pasajes de la Escritura.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1887)
La inversión de los medios y de los fines (Cf. Centesimus annus, 41), lo que lleva a dar valor de fin último a lo
que sólo es medio para alcanzarlo, o a considerar las personas como puros
medios para un fin, engendra estructuras injustas que ‘hacen ardua y
prácticamente imposible una conducta cristiana, conforme a los mandamientos del
Legislador Divino’(Pío XII, Mensaje radiofónico (1 de junio 1941).
Para la reflexión
(C.I.C 1886)
La sociedad es indispensable para la realización de la vocación humana. Para
alcanzar este objetivo es preciso que sea respetada la justa jerarquía de los
valores que subordina las dimensiones ‘materiales e instintivas’ del ser del
hombre ‘a las interiores y espirituales’ (Centesimus
annus, 36): “La sociedad humana [...] tiene que ser considerada, ante todo,
como una realidad de orden principalmente espiritual: que impulse a los
hombres, iluminados por la verdad, a comunicarse entre sí los más diversos conocimientos;
a defender sus derechos y cumplir sus deberes; a desear los bienes del
espíritu; a disfrutar en común del justo placer de la belleza en todas sus
manifestaciones; a sentirse inclinados continuamente a compartir con los demás
lo mejor de sí mismos; a asimilar con afán, en provecho propio, los bienes
espirituales del prójimo. Todos estos valores informan y, al mismo tiempo,
dirigen las manifestaciones de la cultura, de la economía, de la convivencia
social, del progreso y del orden político, del ordenamiento jurídico y,
finalmente, de cuantos elementos constituyen la expresión externa de la
comunidad humana en su incesante desarrollo” (Pacem in terris, 36). (Continua)
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