miércoles, 18 de marzo de 2015
401. ¿En qué consiste la dimensión social del hombre?
(Compendio 401) Junto a la llamada personal a la
bienaventuranza divina, el hombre posee una dimensión social que es parte
esencial de su naturaleza y de su vocación. En efecto, todos los hombres están
llamados a un idéntico fin, que es el mismo Dios. Hay una cierta semejanza
entre la comunión de las Personas divinas y la fraternidad que los hombres
deben instaurar entre ellos, fundada en la verdad y en la caridad. El amor al
prójimo es inseparable del amor a Dios.
Resumen
(C.I.C 1890) Existe una cierta semejanza entre la unión de las
personas divinas y la fraternidad que los hombres deben instaurar entre sí. (C.I.C
1891) Para desarrollarse en conformidad con su
naturaleza, la persona humana necesita la vida social. Ciertas sociedades como
la familia y la ciudad, corresponden más inmediatamente a la naturaleza del
hombre. 1890 1891
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1877) La vocación de la humanidad es manifestar la imagen
de Dios y ser transformada a imagen del Hijo Unico del Padre. Esta vocación
reviste una forma personal, puesto que cada uno es llamado a entrar en la
bienaventuranza divina; pero concierne también al conjunto de la comunidad
humana. (C.I.C 1878) Todos los hombres son
llamados al mismo fin: Dios. Existe cierta semejanza entre la unión de las
personas divinas y la fraternidad que los hombres deben instaurar entre ellos,
en la verdad y el amor (cf. Gaudium et
spes, 24). El amor al prójimo es inseparable del amor a Dios.1877
1878
Para la reflexión
(C.I.C 1879) La persona humana necesita la vida social. Esta no
constituye para ella algo sobreañadido sino una exigencia de su naturaleza. Por
el intercambio con otros, la reciprocidad de servicios y el diálogo con sus
hermanos, el hombre desarrolla sus capacidades; así responde a su vocación (cf.
Gaudium et spes, 25). (C.I.C 1880) Una sociedad
es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de
unidad que supera a cada una de ellas. Asamblea a la vez visible y espiritual,
una sociedad perdura en el tiempo: recoge el pasado y prepara el porvenir.
Mediante ella, cada hombre es constituido ‘heredero’, recibe ‘talentos’ que
enriquecen su identidad y a los que debe hacer fructificar (cf. Lc 19, 13.15).
En verdad, se debe afirmar que cada uno tiene deberes para con las comunidades
de que forma parte y está obligado a respetar a las autoridades encargadas del
bien común de las mismas.
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