domingo, 3 de agosto de 2008
Lc 8, 22-25 ¿Dónde está la fe de ustedes?
(Lc 8, 22-25) ¿Dónde está la fe de ustedes?
[22] Un día, Jesús subió con sus discípulos a una barca y les dijo: «Pasemos a la otra orilla del lago». Ellos partieron, [23] y mientras navegaban, Jesús se durmió. Entonces se desencadenó sobre el lago un fuerte vendaval; la barca se iba llenando de agua, y ellos corrían peligro. [24] Los discípulos se acercaron y lo despertaron, diciendo: «¡Maestro, Maestro, nos hundimos!». Él se despertó e increpó al viento y a las olas; estas se apaciguaron y sobrevino la calma. [25] Después les dijo: «¿Dónde está la fe de ustedes?». Y ellos, llenos de temor y admiración, se decían unos a otros: «¿Quién es este que ordena incluso al viento y a las olas, y le obedecen?». (C.I.C 227) Es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad. Una oración de Santa Teresa de Jesús lo expresa admirablemente: Nada te turbe / Nada te espante Todo se pasa / Dios no se muda, La paciencia todo lo alcanza / Quien a Dios tiene / Nada le falta / Sólo Dios basta (Santa Teresa de Jesús, Poesía, 9). (C.I.C 301) Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le da el ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término. Reconocer esta dependencia completa con respecto al Creador es fuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza: “Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces pues, si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas la vida” (Sb 11, 24-26). (C.I.C 2743) Orar es siempre posible: El tiempo del cristiano es el de Cristo resucitado que está con nosotros, “todos los días” (Mt 28, 20), cualesquiera que sean las tempestades (cf. Lc 8, 24). Nuestro tiempo está en las manos de Dios: “Conviene que el hombre ore atentamente, bien estando en la plaza o mientras da un paseo: igualmente el que está sentado ante su mesa de trabajo o el que dedica su tiempo as otras labores, que levante su alma a Dios: conviene también que el siervo alborotador o que anda yendo de un lado para otro, o el que se encuentra sirviendo en la cocina […], intenden elevar la súplica desde lo más hondo de su corazón” (San Juan Crisóstomo, De Anna, sermón 4, 6: PG 54, 668).
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