sábado, 16 de agosto de 2008
Lc 10, 29-37 «¿Y quién es mi prójimo?»
(Lc 10, 29-37) «¿Y quién es mi prójimo?»
[29] Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?». [30] Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. [31] Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. [32] También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. [33] Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. [34] Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. [35] Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver”. [36] ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?». [37] «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».
(C.I.C 1827) El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es ‘el vínculo de la perfección’ (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino. (C.I.C 1825) Cristo murió por amor a nosotros ‘cuando éramos todavía enemigos’ (Rm 5, 10). El Señor nos pide que amemos como El hasta a nuestros enemigos (cf. Mt 5, 44), que nos hagamos prójimos del más lejano (cf. Lc 10, 27-37), que amemos a los niños (cf. Mc 9, 37) y a los pobres como a El mismo (cf. Mt 25, 40.45). El apóstol san Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: ‘La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta (1Co 13, 4-7). (C.I.C 1826) Si no tengo caridad -dice también el apóstol – “nada soy”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... si no tengo caridad, “nada me aprovecha” (1Co 13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1Co 13,13).
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