sábado, 2 de agosto de 2008

Lc 8, 19-21 Escuchan la Palabra de Dios y la practican

(Lc 8, 19-21) Escuchan la Palabra de Dios y la practican
[19] Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. [20] Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte». [21] Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».
(C.I.C 501) Jesús es el Hijo único de María. Pero la maternidad espiritual de María se extiende (cf. Jn 19, 26-27; Ap 12, 17) a todos los hombres a los cuales, El vino a salvar: "Dio a luz al Hijo, al que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos (Rom 8,29), es decir, de los creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de madre" (Lumen gentium, 63). (C.I.C 541) "Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1, 14-15). "Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los cielos" (Lumen Gentium 3). Pues bien, la voluntad del Padre es "elevar a los hombres a la participación de la vida divina" (Lumen Gentium 2). Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la tierra "el germen y el comienzo de este Reino" (Lumen Gentium 5). (C.I.C 542) Cristo es el corazón mismo de esta reunión de los hombres como "familia de Dios". Los convoca en torno a él por su palabra, por sus señales que manifiestan el reino de Dios, por el envío de sus discípulos. Sobre todo, él realizará la venida de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su Resurrección. "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32). A esta unión con Cristo están llamados todos los hombres (cf. Lumen Gentium 3). (C.I.C 959) En la única familia de Dios. "Todos los hijos de Dios y miembros de una misma familia en Cristo, al unirnos en el amor mutuo y en la misma alabanza a la Santísima Trinidad, estamos respondiendo a la íntima vocación de la Iglesia" (Lumen gentium, 51).

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