martes, 26 de agosto de 2008
Lc 11, 10 El que pide recibe; el que busca encuentra
(Lc 11, 10) El que pide recibe; el que busca encuentra
[10] Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
(C.I.C 2646) La oración de petición tiene por objeto el perdón, la búsqueda del Reino y cualquier necesidad verdadera. (C.I.C 2647) La oración de intercesión consiste en una petición en favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos. (C.I.C 2650) La oración no se reduce al brote espontáneo de un impulso interior: para orar es necesario querer orar. No basta sólo con saber lo que las Escrituras revelan sobre la oración: es necesario también aprender a orar. Pues bien, por una transmisión viva (la sagrada Tradición), el Espíritu Santo, en la Iglesia creyente y orante (cf. Dei verbum, 8), enseña a orar a los hijos de Dios. (C.I.C 2651) La tradición de la oración cristiana es una de las formas de crecimiento de la Tradición de la fe, en particular mediante la contemplación y la reflexión de los creyentes que conservan en su corazón los acontecimientos y las palabras de la Economía de la salvación, y por la penetración profunda en las realidades espirituales de las que adquieren experiencia (cf. Dei verbum, 8). (C.I.C 2645) Gracias a que Dios le bendice, el hombre en su corazón puede bendecir, a su vez, a Aquel que es la fuente de toda bendición.
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