martes, 11 de marzo de 2008

Mt 5, 43-46 Yo les digo: Amen a sus enemigos

(Mt 5, 43-46) Yo les digo: Amen a sus enemigos
[43] Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. [44] Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; [45] así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. [46] Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
(C.I.C 1825) Cristo murió por amor a nosotros ‘cuando éramos todavía enemigos’ (Rm 5, 10). El Señor nos pide que amemos como El hasta a nuestros enemigos (cf. Mt 5, 44), que nos hagamos prójimos del más lejano (cf. Lc 10, 27-37), que amemos a los niños (cf. Mc 9, 37) y a los pobres como a El mismo (cf. Mt 25, 40.45). El apóstol san Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: ‘La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta (1Co 13, 4-7). (C.I.C 1932) El deber de hacerse prójimo de los demás y de servirlos activamente se hace más acuciante todavía cuando éstos están más necesitados en cualquier sector de la vida humana. ‘Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’ (Mt 25, 40).

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