martes, 11 de marzo de 2008

Mt 5, 38-40 No hagan frente al que les hace mal

(Mt 5, 38-40) No hagan frente al que les hace mal
[38] Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. [39] Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. [40] Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto;
(C.I.C 2844) La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos (cf. Mt 5, 43-44). Transfigura al discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede recibirse más que en un corazón acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado. Los mártires de ayer y de hoy dan este testimonio de Jesús. El perdón es la condición fundamental de la reconciliación (cf. 2 Co 5, 18-21) de los hijos de Dios con su Padre y de los hombres entre sí (cf. Juan Pablo II, Dives in Misericordia, 14). (C.I.C 2845) No hay límite ni medida en este perdón, esencialmente divino (cf. Mt 18, 21-22; Lc 17, 3-4). Si se trata de ofensas (de "pecados" según Lc 11, 4, o de "deudas" según Mt 6, 12), de hecho nosotros somos siempre deudores: "Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor" (Rm 13, 8). La comunión de la Santísima Trinidad es la fuente y el criterio de verdad en toda relación (cf. 1Jn 3, 19-24). Se vive en la oración y sobre todo en la Eucaristía (cf. Mt 5, 23-24): “Dios no acepta el sacrificio de los que provocan la desunión, los despide del altar para que antes se reconcilien con sus hermanos: Dios quiere ser pacificado con oraciones de paz. La obligación más bella para Dios es nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de todo el pueblo fiel.” (San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 23: PL 4, 535-536).

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