viernes, 14 de junio de 2019
Comentario CIC al YouCat. Pregunta n. 505.
(Respuesta YouCat – repeticion) Los maestros espirituales de todos los tiempos
han descrito el crecimiento en la fe y en el amor a Dios como un combate, en el
que se lucha a vida o muerte. El campo de batalla es el interior de la persona.
El arma del cristiano es la oración. Podemos dejarnos vencer por nosotros o por
nuestro egoísmo, perdernos en nimiedades o ganar como premio a Dios.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2727) También tenemos que hacer
frente a mentalidades de "este
mundo" que nos invaden si no estamos vigilantes. Por ejemplo: lo verdadero
sería sólo aquello que se puede verificar por la razón y la ciencia (ahora
bien, orar es un misterio que desborda nuestra conciencia y nuestro
inconsciente); es valioso aquello que produce y da rendimiento (luego, la
oración es inútil, pues es improductiva); el sensualismo y el confort adoptados
como criterios de verdad, de bien y de belleza (y he aquí que la oración es
"amor de la Belleza absoluta" [philocalia],
y sólo se deja cautivar por la gloria del Dios vivo y verdadero); y por
reacción contra el activismo, se da otra mentalidad según la cual la oración es
vista como posibilidad de huir de este mundo (pero la oración cristiana no
puede escaparse de la historia ni divorciarse de la vida).
Para meditar
(Comentario
YouCat) Quien quiere orar tiene que dominar primero sus bajos instintos. Lo que
hoy Llamamos «no tener ganas», los Padres del desierto lo conocían como
«acedía». La falta de ganas de Dios es un gran problema en la vida espiritual.
Tampoco el espíritu de nuestro tiempo ve ningún sentido en la oración y La
agenda Llena no le deja ningún lugar. Asimismo toca luchar contra el tentador,
que se atreve a todo para impedir que el hombre se entregue a Dios. Si Dios no
quisiera que lo encontráramos en la oración, no lograríamos vencer en el
combate.
(Comentario CIC) (C.I.C
2728) Por último, en este combate hay que hacer frente a lo que es sentido como
fracasos en la oración: desaliento
ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque
tenemos "muchos bienes" (cf. Mc 10, 22), decepción por no ser
escuchados según nuestra propia voluntad, herida de nuestro orgullo que se
endurece en nuestra indignidad de pecadores, difícil aceptación de la gratuidad
de la oración, etc. La conclusión es siempre la misma: ¿Para qué orar? Es
necesario luchar con humildad, confianza y perseverancia, si se quieren vencer
estos obstáculos.
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