martes, 18 de diciembre de 2018
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 392.
(Respuesta YouCat) Se atenta contra este
derecho mediante el uso de la violencia, el secuestro y la toma de rehenes, el
terrorismo, la tortura, la violación, la esterilización por la fuerza, asi como
con la amputación y la mutilación.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2297) Los secuestros y el tomar rehenes hacen que impere el terror y,
mediante la amenaza, ejercen intolerables presiones sobre las víctimas. Son
moralmente ilegítimos. El terrorismo,
que amenaza, hiere y mata sin discriminación es gravemente contrario a la
justicia y a la caridad. La tortura,
que usa de violencia física o moral, para arrancar confesiones, para castigar a
los culpables, intimidar a los que se oponen, satisfacer el odio, es contraria
al respeto de la persona y de la dignidad humana. Exceptuados los casos de
prescripciones médicas de orden estrictamente terapéutico, las amputaciones, mutilaciones o esterilizaciones directamente
voluntarias de personas inocentes son contrarias a la ley moral (cf. Casti connubii: DS 3722-3723).
Para meditar
(Comentario YouCat) Estos atentados fundamentales
contra la justicia, la candad y la dignidad humana tampoco están justificados
cuando están respaldados por la autoridad del Estado. Con la conciencia de la
culpa histórica también de los cristianos, la Iglesia lucha actualmente contra
todo empleo de La violencia corporal y psíquica, y especialmente contra la
tortura.
(Comentario CIC) (C.I.C 2298) En tiempos pasados, se recurrió de
modo ordinario a prácticas crueles por parte de autoridades legítimas para
mantener la ley y el orden, con frecuencia sin protesta de los pastores de la
Iglesia, que incluso adoptaron, en sus propios tribunales las prescripciones
del derecho romano sobre la tortura. Junto a estos hechos lamentables, la
Iglesia ha enseñado siempre el deber de clemencia y misericordia; prohibió a
los clérigos derramar sangre. En tiempos recientes se ha hecho evidente que
estas prácticas crueles no eran ni necesarias para el orden público ni
conformes a los derechos legítimos de la persona humana. Al contrario, estas
prácticas conducen a las peores degradaciones. Es preciso esforzarse por su
abolición, y orar por las víctimas y sus verdugos.
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