viernes, 19 de febrero de 2016
597. ¿Por qué concluimos suplicando «Y líbranos del mal»?) (Segunda parte - continuación)
(Compendio 597
- repetición) El mal designa la persona de Satanás, que se
opone a Dios y que es «el seductor del mundo entero» (Ap 12, 9). La victoria
sobre el diablo ya fue alcanzada por Cristo; pero nosotros oramos a fin de que
la familia humana sea liberada de Satanás y de sus obras. Pedimos también el
don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de
Cristo, que nos librará definitivamente del Maligno.
Resumen
(C.I.C 2864) En
la última petición, "y líbranos del mal", el cristiano pide a Dios
con la Iglesia que manifieste la victoria, ya conquistada por Cristo, sobre el
"Príncipe de este mundo", sobre Satanás, el ángel que se opone
personalmente a Dios y a Su plan de salvación.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2853) La
victoria sobre el "príncipe de este mundo" (Jn 14, 30) se adquirió de
una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte
para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo
está "echado abajo" (Jn 12, 31; Ap 12, 10). "Él se lanza en persecución de la Mujer" (cf. Ap
12, 13-16), pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, "llena de
gracia" del Espíritu Santo es preservada del pecado y de la corrupción de
la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios,
María, siempre virgen). "Entonces despechado contra la Mujer, se fue a
hacer la guerra al resto de sus hijos" (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y
la Iglesia oran: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 17. 20), ya que su Venida
nos librará del Maligno.
Para la reflexión
(C.I.C 2854) Al
pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos
los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En
esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo.
Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don
precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de
Cristo. Orando así, anticipa en la humildad de la fe la recapitulación de todos
y de todo en Aquél que "tiene las llaves de la Muerte y del Hades"
(Ap 1,18), "el Dueño de todo, Aquél que es, que era y que ha de
venir" (Ap 1,8; cf. Ap 1, 4): “Líbranos de todos los males, Señor, y
concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos
siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos
la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo (Rito de la Comunion [Embolismo]: Misal Romano). [Fin]
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