lunes, 1 de febrero de 2016

589. ¿Cómo se santifica el Nombre de Dios en nosotros y en el mundo?



589. ¿Cómo se santifica el Nombre de Dios en nosotros y en el mundo?  


(Compendio 589) Santificar el Nombre de Dios, que «nos llama a la santidad» (1Ts 4, 7), es desear que la consagración bautismal vivifique toda nuestra vida. Asimismo, es pedir que, con nuestra vida y nuestra oración, el Nombre de Dios sea conocido y bendecido por todos los hombres.

Resumen

(C.I.C 2815) Esta petición, que contiene a todas, es escuchada gracias a la oración de Cristo, como las otras seis que siguen. La oración del Padre nuestro es oración nuestra si se hace "en el Nombre" de Jesús (cf. Jn 14, 13; 15, 16; 16, 24. 26). Jesús pide en su oración sacerdotal: "Padre santo, cuida en tu Nombre a los que me has dado" (Jn 17, 11).     

Profundizar y modos de explicaciones

(C.I.C 2813) En el agua del bautismo, hemos sido "lavados […] santificados […] justificados en el Nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios" (1Co 6, 11). A lo largo de nuestra vida, nuestro Padre "nos llama a la santidad" (1Ts 4, 7) y como nos viene de Él que "estemos en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros  […] santificación" (1Co 1, 30), es cuestión de su Gloria y de nuestra vida el que su Nombre sea santificado en nosotros y por nosotros. Tal es la exigencia de nuestra primera petición. “¿Quién podría santificar a Dios puesto que Él santifica? Inspirándonos nosotros en estas palabras 'Sed santos porque yo soy santo' (Lv 20, 26), pedimos que, santificados por el bautismo, perseveremos en lo que hemos comenzado a ser. Y lo pedimos todos los días porque faltamos diariamente y debemos purificar nuestros pecados por una santificación incesante. [...] Recurrimos, por tanto, a la oración para que esta santidad permanezca en nosotros” (San Cipriano de Cartago, De dominica oratione, 12: PL 4, 544).    

Para la reflexión

(C.I.C 2814) Depende inseparablemente de nuestra vida y de nuestra oración que su Nombre sea santificado entre las naciones: “Pedimos a Dios santificar su Nombre porque él salva y santifica a toda la creación por medio de la santidad. [...] Se trata del Nombre que da la salvación al mundo perdido, pero nosotros pedimos que este Nombre de Dios sea santificado en nosotros por nuestra vida. Porque si nosotros vivimos bien, el nombre divino es bendecido; pero si vivimos mal, es blasfemado, según las palabras del Apóstol: 'el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre las naciones' (Rm 2, 24; cf. Ez 36, 20-22). Por tanto, rogamos para merecer tener en nuestras almas tanta santidad como santo es el nombre de nuestro Dios” (San Pedro Crisólogo, Sermo 71, 4: PL 52 402). “Cuando decimos "santificado sea tu Nombre", pedimos que sea santificado en nosotros que estamos en él, pero también en los otros a los que la gracia de Dios espera todavía para conformarnos al precepto que nos obliga a orar por todos, incluso por nuestros enemigos. He ahí por qué no decimos expresamente: Santificado sea tu Nombre 'en nosotros', porque pedimos que lo sea en todos los hombres” (Tertuliano, De Oratione, 3, 4: PL 1, 1259). [Fin]    

(Siguiente pregunta: ¿Qué pide la Iglesia cuando suplica «Venga a nosotros tu Reino»?)

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