sábado, 6 de febrero de 2016
591. ¿Por qué pedimos «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo»? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 591
- repetición) La voluntad del Padre es que «todos los hombres
se salven» (1Tm 2, 4). Para esto ha venido Jesús: para cumplir perfectamente la
Voluntad salvífica del Padre. Nosotros pedimos a Dios Padre que una nuestra
voluntad a la de su Hijo, a ejemplo de María Santísima y de los santos. Le
pedimos que su benevolente designio se realice plenamente sobre la tierra, como
se ha realizado en el cielo. Por la oración, podemos «distinguir cuál es la
voluntad de Dios» (Rm 12, 2), y obtener «constancia para cumplirla» (Hb 10,
36).
Resumen
(C.I.C 2860) En
la tercera petición, rogamos al Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo
para realizar su Plan de salvación en la vida del mundo.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2824) En
Cristo, y por medio de su voluntad humana, la voluntad del Padre fue cumplida
perfectamente y de una vez por todas. Jesús dijo al entrar en el mundo: "
He aquí que yo vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad" (Hb 10, 7; cf. Sal 40,
7). Sólo Jesús puede decir: "Yo hago siempre lo que le agrada a Él"
(Jn 8, 29). En la oración de su agonía, acoge totalmente esta Voluntad:
"No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22, 42; cf. Jn 4, 34; 5,
30; 6, 38). He aquí por qué Jesús "se entregó a sí mismo por nuestros
pecados […] según la voluntad de Dios" (Ga 1, 4). "Y en virtud de
esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre
del cuerpo de Jesucristo" (Hb 10, 10).
Para la reflexión
(C.I.C 2825)
Jesús, "aun siendo Hijo, con lo que padeció, experimentó la
obediencia" (Hb 5, 8). ¡Con cuánta más razón la deberemos experimentar
nosotros, criaturas y pecadores, que hemos llegado a ser hijos de adopción en Él! Pedimos a nuestro Padre que una nuestra voluntad
a la de su Hijo para cumplir su voluntad, su designio de salvación para la vida
del mundo. Nosotros somos radicalmente impotentes para ello, pero unidos a
Jesús y con el poder de su Espíritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra
voluntad y decidir escoger lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que
agrada al Padre (cf. Jn 8, 29): “Adheridos a Cristo, podemos llegar a ser un
solo espíritu con Él, y así cumplir su
voluntad: de esta forma ésta se hará tanto en la tierra como en el cielo”
(Orígenes, De oratione, 26, 3: PG 11,
501). “Considerad cómo [Jesucristo] nos enseña a ser humildes, haciéndonos ver
que nuestra virtud no depende sólo de nuestro esfuerzo sino de la gracia de
Dios. El ordena a cada fiel que ora, que lo haga universalmente por toda la
tierra. Porque no dice 'Que tu voluntad se haga' en mí o en vosotros 'sino en
toda la tierra': para que el error sea desterrado de ella, que la verdad reine
en ella, que el vicio sea destruido en ella, que la virtud vuelva a florecer en
ella y que la tierra ya no sea diferente del cielo” (San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homilia 19, 5: PG 57, 280).
(Continua)
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