viernes, 6 de noviembre de 2015
544. ¿Cómo nos enseña Jesús a orar? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 544
- repetición) Jesús nos enseña a orar no sólo con la oración
del Padre nuestro, sino también cuando Él mismo ora. Así, además del contenido,
nos enseña las disposiciones requeridas por una verdadera oración: la pureza
del corazón, que busca el Reino y perdona a los enemigos; la confianza audaz y
filial, que va más allá de lo que sentimos y comprendemos; la vigilancia, que
protege al discípulo de la tentación.
Resumen
(C.I.C 2621) En
su enseñanza, Jesús instruye a sus discípulos para que oren con un corazón
purificado, una fe viva y perseverante, una audacia filial. Les insta a la
vigilancia y les invita a presentar sus peticiones a Dios en su Nombre. El
mismo escucha las plegarias que se le dirigen.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2610) Del
mismo modo que Jesús ora al Padre y le da gracias antes de recibir sus dones,
nos enseña esta audacia filial:
"todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido"
(Mc 11, 24). Tal es la fuerza de la oración, "todo es posible para quien
cree" (Mc 9, 23), con una fe "que no duda" (Mt 21, 21). Tanto
como Jesús se entristece por la "falta de fe" de los de Nazaret (Mc
6, 6) y la "poca fe" de sus discípulos (cf. Mt 8, 26), así se admira
ante la "gran fe" del centurión romano (cf. Mt 8, 10) y de la cananea
(cf. Mt 15, 28). (C.I.C 2611) La oración de fe no consiste solamente en decir "Señor,
Señor", sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (cf. Mt 7, 21). Jesús invita a sus discípulos a
llevar a la oración esta voluntad de cooperar con el plan divino (cf. Mt 9, 38;
Lc 10, 2; Jn 4, 34).
Para la reflexión
(C.I.C 2612) En
Jesús "el Reino de Dios está próximo" (Mc 1, 15), llama a la
conversión y a la fe pero también a la vigilancia.
En la oración, el discípulo espera atento a Aquél que "es y que
viene", en el recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y
en la esperanza de su segundo advenimiento en la gloria (cf. Mc 13; Lc 21,
34-36). En comunión con su Maestro, la oración de los discípulos es un combate,
y velando en la oración es como no se cae en la tentación (cf. Lc 22, 40. 46).
(Continua)
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