martes, 13 de diciembre de 2016
Comentario CIC al YouCat. Pregunta n. 98.
(Respuesta YouCat - repeticion) No se llegó
a la muerte violenta de Jesús por desgraciadas ircunstancias externas. Jesús
fue «entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto» (Hch
2,23). Para que nosotros, hijos del pecado y de la muerte, tengamos vida, el
Padre del Cielo «a quien no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro»
(2 Cor 5,21). La grandeza del sacrificio que Dios Padre pidió a su Hijo
corresponde sin embargo a la grandeza de la entrega de Cristo: «Y ¿qué diré?:
'Padre, líbrame de esta hora'. Pero si por esto he venido, para esta hora» (Jn
12,27). Por ambas partes se trata de un amor que se demostró hasta el extremo
en la Cruz.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 604) Al entregar a su Hijo por nuestros
pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor
benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: "En esto consiste
el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y nos
envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1Jn 4, 10. 19).
"La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía
pecadores, murió por nosotros" (Rm 5, 8).
Para Meditar
(Comentario YouCat) Para librarnos de la muerte,
Dios se lanzó a una misión arriesgada: introdujo en nuestro mundo de muerte una
«medicina de la inmortalidad» (san Ignacio de Antioquía): su Hijo Jesucristo.
El Padre y el Hijo eran aliados inseparables en esta misión, dispuestos y deseosos
de asumir sobre sí lo máximo por amor al hombre. Dios quería llevar a cabo un
intercambio para salvarnos para siempre. Quería darnos su vida eterna, para que
gocemos de su alegría, y quería sufrir nuestra muerte, nuestra desesperación,
nuestro abandono, para estar en comunión con nosotros en todo. Para amarnos
hasta el final y más allá. La muerte de Cristo es la voluntad del Padre, pero
no su última palabra. Desde que Cristo murió por nosotros, podemos cambiar
nuestra muerte por su vida.
(Comentario CIC) (C.I.C 605) Jesús ha recordado al final de la
parábola de la oveja perdida que este amor es sin excepción: "De la misma
manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos
pequeños" (Mt 18, 14). Afirma "dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 28); este
último término no es restrictivo: opone el conjunto de la humanidad a la única
persona del Redentor que se entrega para salvarla (cf. Rm 5, 18-19). La
Iglesia, siguiendo a los Apóstoles (cf. 2Co 5, 15; 1Jn 2, 2), enseña que Cristo
ha muerto por todos los hombres sin excepción: "no hay, ni hubo ni habrá
hombre alguno por quien no haya padecido Cristo" (Concilio de Quiercy (año
853): DS 624).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario