domingo, 11 de diciembre de 2016

Comentario CIC al YouCat. Pregunta n. 98.



YOUCAT Pregunta 98. Parte II. ¿Quería Dios la muerte de su propio Hijo?


(Respuesta YouCat - repeticion) No se llegó a la muerte violenta de Jesús por desgraciadas ircunstancias externas. Jesús fue «entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto» (Hch 2,23). Para que nosotros, hijos del pecado y de la muerte, tengamos vida, el Padre del Cielo «a quien no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro» (2 Cor 5,21). La grandeza del sacrificio que Dios Padre pidió a su Hijo corresponde sin embargo a la grandeza de la entrega de Cristo: «Y ¿qué diré?: 'Padre, líbrame de esta hora'. Pero si por esto he venido, para esta hora» (Jn 12,27). Por ambas partes se trata de un amor que se demostró hasta el extremo en la Cruz.

Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 601) Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Cf. Is 53, 11; Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). San Pablo profesa en una confesión de fe que asegura haber "recibido" (1Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras" (1Co 15, 3: cf. también Hch 3, 18; 7, 52; 13, 29; 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53, 7-8; Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (cf. Lc 24, 44-45). 

Para Meditar

(Comentario YouCat) Para librarnos de la muerte, Dios se lanzó a una misión arriesgada: introdujo en nuestro mundo de muerte una «medicina de la inmortalidad» (san Ignacio de Antioquía): su Hijo Jesucristo. El Padre y el Hijo eran aliados inseparables en esta misión, dispuestos y deseosos de asumir sobre sí lo máximo por amor al hombre. Dios quería llevar a cabo un intercambio para salvarnos para siempre. Quería darnos su vida eterna, para que gocemos de su alegría, y quería sufrir nuestra muerte, nuestra desesperación, nuestro abandono, para estar en comunión con nosotros en todo. Para amarnos hasta el final y más allá. La muerte de Cristo es la voluntad del Padre, pero no su última palabra. Desde que Cristo murió por nosotros, podemos cambiar nuestra muerte por su vida. 

(Comentario CIC) (C.I.C 602) En consecuencia, san Pedro pudo formular así la fe apostólica en el designio divino de salvación: "Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de vosotros" (1P 1, 18-20). Los pecados de los hombres, consecuencia del pecado original, están sancionados con la muerte (cf. Rm 5, 12; 1Co 15, 56). Al enviar a su propio Hijo en la condición de esclavo (cf. Flp 2, 7), la de una humanidad caída y destinada a la muerte a causa del pecado (cf. Rm 8, 3), "a quien no conoció pecado, Dios le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él" (2Co 5, 21).
 
(Continua la Pregunta: ¿Quería Dios la muerte de su propio Hijo?)

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