miércoles, 21 de diciembre de 2016
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 103.
(Respuesta YouCat) Jesús murió realmente en
la Cruz; su cuerpo fue enterrado. Esto lo atestiguan todas las fuentes.
Reflecciones
y puntos a profundizar (C.I.C 627) La muerte de Cristo fue una verdadera muerte en cuanto que
puso fin a su existencia humana terrena. Pero a causa de la unión que la
Persona del Hijo conservó con su cuerpo, éste no fue un despojo mortal como los
demás porque "no era posible que la muerte lo dominase" (Hch 2, 24) y
por eso “la virtud divina preservó de la corrupción al cuerpo de Cristo” (Santo
Tomás de Aquino, Summa Theologiae 2,
51, 3). De Cristo se puede decir a la vez: "Fue arrancado de la tierra de
los vivos" (Is 53, 8); y: "mi carne reposará en la esperanza de que
no abandonarás mi alma en la mansión de lo muertos ni permitirás que tu santo
experimente la corrupción" (Hch 2, 26-27; cf. Sal 16, 9-10). La
Resurrección de Jesús "al tercer día" (1Co 15, 4; Lc 24, 46; cf. Mt
12, 40; Jon 2, 1; Os 6, 2) era el signo de ello, también porque se suponía que
la corrupción se manifestaba a partir del cuarto día (cf. Jn 11, 39).
Para
meditar
(Comentario
YouCat) En Jn 19,33ss los soldados comprueban
expresamente la muerte de Jesús: traspasan el costado de Jesús muerto con una
Lanza y ven que salen sangre y agua. Además se dice que a Los crucificados con
él les quebraron las piernas, una medida para acelerar el proceso de la muerte;
esta medida ya no era necesaria en el caso de Jesús en el momento en cuestión,
porque él ya estaba muerto.
(Comentario CIC) (C.I.C 1009) La muerte fue transformada por Cristo. Jesús, el Hijo de Dios,
sufrió también la muerte, propia de la condición h umana. Pero, a pesar de su
angustia frente a ella (cf. Mc 14, 33-34; Hb 5, 7-8), la asumió en un acto de
sometimiento total y libre a la voluntad del Padre.La obediencia de Jesús
transformó la maldición de la muerte en bendición (cf. Rm 5, 19-21). (C.I.C
1010) Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un
sentido positivo. "Para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia"
(Flp 1, 21). "Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con él, también
viviremos con él" (2Tm 2, 11). La novedad esencial de la muerte cristiana
está ahí: por el Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente "muerto
con Cristo", para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de
Cristo, la muerte física consuma este "morir con Cristo" y
perfecciona así nuestra incorporación a Él en su acto redentor: “Para mí es
mejor morir en (eis) Cristo Jesús que
reinar de un extremo a otro de la tierra. Lo busco a Él, que ha muerto por
nosotros; lo quiero a Él, que ha resucitado por nosotros. Mi parto se aproxima [...]
Dejadme recibir la luz pura; cuando yo llegue allí, seré un hombre” (San
Ignacio de Antioquía, Epistula ad Romanos
6, 1-2).
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