lunes, 25 de julio de 2016
Comentario CIC al YouCat. Pregunta n. 65.
(Respuesta YouCat) La Iglesia cree que el
hombre y la mujer, en el orden de la Creación, están hechos con necesidad de
complementarse y para la relación recíproca, para que puedan dar la vida a sus
hijos. Por eso la Iglesia no puede aprobar las prácticas homosexuales. Pero los
cristianos deben respeto y amor a todos los hombres, con independencia de su
orientación sexual, porque todos los hombres son respetados y amados por Dios.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2357) La homosexualidad designa las
relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual,
exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy
variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en
gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta
como depravaciones graves (cf. Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1Co 6, 10; 1Tm 1, 10),
la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son
intrínsecamente desordenados’ (Persona
humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don
de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual.
No pueden recibir aprobación en ningún caso.
Para Meditar
(Comentario YouCat) No hay ningún hombre sobre la tierra
que no proceda de la unión de hombre y mujer. Por ello para algunas personas
con tendencia homosexual es una experiencia dolorosa no sentirse atraídos
eróticamente hacia el otro sexo y tener que echar en falta la fecundidad
corporal de su unión, como corresponde en realidad a la naturaleza del hombre y
al orden divino de la Creación. Sin embargo Dios llama con frecuencia a sí por
caminos poco comunes: una carencia, una pérdida o una herida —aceptada V
consentida— pueden convertirse en el trampolín para lanzarse a los brazos de
Dios; de ese Dios que todo lo hace bien y a quien descubrimos aún más grande en
la Redención que en la Creación.
(Comentario CIC) (C.I.C 2360) La sexualidad está ordenada al amor
conyugal del hombre y de la mujer. En el matrimonio, la intimidad corporal de
los esposos viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual. Entre
bautizados, los vínculos del matrimonio están santificados por el sacramento.
(C.I.C 2361) ‘La sexualidad […] mediante la cual el hombre y la mujer se dan el
uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo
puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en
cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es
parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen
totalmente entre sí hasta la muerte’ (Familiaris
consortio, 11). “Tobías se levantó del lecho y dijo a Sara: ‘Levántate,
hermana, y oremos y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve’.
Ella se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo.
Comenzó él diciendo: ‘¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres [...]. Tú
creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para
que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: «no es bueno
que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él». Yo no tomo a
ésta mi hermana con deseo impuro, mas con recta intención. Ten piedad de mí y
de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad’. Y dijeron a coro: ‘Amén,
amén’. Y se acostaron para pasar la noche (Tb 8, 4-9).
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