sábado, 25 de junio de 2016
Comentario CIC al YouCat. Pregunta n. 52.
(Respuesta YouCat) El cielo es el «medio»
de Dios, la morada de los ángeles y los santos y la meta de la Creación. Con la
expresión «cielo y tierra» designamos la totalidad de la realidad creada.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 325) El Símbolo de los Apóstoles profesa que Dios es "el
Creador del cielo y de la tierra" (DS 30), y el Símbolo
Niceno-Constantinopolitano explicita: "...de todo lo visible y lo
invisible" (DS 150). (C.I.C 326) En la Sagrada Escritura, la expresión
"cielo y tierra" significa: todo lo que existe, la creación entera.
Indica también el vínculo que, en el interior de la creación, a la vez une y
distingue cielo y tierra: "La tierra", es el mundo de los hombres
(cf. Sal 115, 16). "E1 cielo" o "los cielos" puede designar
el firmamento (cf. Sal 19, 2), pero también el "lugar" propio de
Dios: "nuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 16; cf. Sal 115,
16), y por consiguiente también el "cielo", que es la gloria
escatológica. Finalmente, la palabra "cielo" indica el
"lugar" de las criaturas espirituales -los ángeles - que rodean a
Dios.
Para meditar
(Comentario YouCat) El cielo no es un lugar en el
universo. Es un estado en el más allá. El cielo está allí donde se cumple la
voluntad de Dios sin ninguna resistencia. El cielo existe cuando se da la vida
en su máxima intensidad y santidad —vida que no se puede encontrar como tal en
la tierra—. Cuando con la ayuda de Dios vayamos algún día al cielo, entonces
nos espera lo «que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo
que Dios ha preparado para los que lo aman» (1 Cor 2,9)
(Comentario CIC) (C.I.C 158) "La fe trata de comprender" (San Anselmo
de Canterbury, Proslogion, Proemium: Opera Omnia, v. 1, p. 94): es inherente
a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y
comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante
suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor. La gracia de
la fe abre "los ojos del corazón" (Ef 1,18) para una inteligencia
viva de los contenidos de la Revelación, es decir, del conjunto del designio de
Dios y de los misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro
del Misterio revelado. Ahora bien, "para que la inteligencia de la
Revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente
la fe por medio de sus dones" (Dei
verbum, 5). Así, según el adagio de san Agustín "cree para comprender
y comprende para creer mejor" (San Agustín, Sermo 43, 7, 9: PL 38, 258).
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