miércoles, 29 de octubre de 2008
Jn 1, 30-31 Yo he venido a bautizar con agua
(Jn 1, 30-31) Yo he venido a bautizar con agua
[30] A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. [31] Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel».
(C.I.C 608) Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores (cf. Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo" (cf. Jn 1, 29. 36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (cf. Is 53, 7; Jr 11, 19) y carga con el pecado de las multitudes (cf. Is 53, 12) y el cordero pascual símbolo de la Redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (cf. Ex 12, 3-14; Jn 19, 36; 1Co 5, 7). Toda la vida de Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos" (cf. Mc 10, 45). (C.I.C 1286) En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor reposaría sobre el Mesías esperado (cf. Is 11,2) para realizar su misión salvífica (cf. Lc 4,16-22; Is 61,1). El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan fue el signo de que él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 3,13-17; Jn 1,33-34). Habiendo sido concedido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda su misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da "sin medida" (Jn 3,34).
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