sábado, 16 de abril de 2016
Comentario CIC al YouCat. Pregunta n. 25. Parte I.
(Respuesta YouCat) En la fe no se trata de
palabras vacias, sino de una realidad. A lo largo del tiempo se condensaron en
la Iglesia fórmulas de la fe, con cuya ayuda contemplamos, expresamos,
aprendemos, transmitimos, celebramos y vivimos esa realidad.
Reflecciones y puntos a
profundizar (Comentario CIC)
(C.I.C 170) No creemos en las fórmulas, sino en las
realidades que estas expresan y que la fe nos permite "tocar".
"El acto [de fe] del creyente no se detiene en el enunciado, sino en la
realidad [enunciada]" (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae 2-2, 1, 2,
ad 2). Sin embargo, nos acercamos a estas realidades con la ayuda de las
formulaciones de la fe. Estas permiten expresar y transmitir la fe, celebrarla
en comunidad, asimilarla y vivir de ella cada vez más. (C.I.C 171) La Iglesia, que es "columna y fundamento de la
verdad" (1Tim 3,15), guarda fielmente "la fe transmitida a los santos
de una vez para siempre" (Judas 3). Ella es la que guarda la memoria de
las Palabras de Cristo, la que transmite de generación en generación la confesión
de fe de los apóstoles. Como una madre que enseña a sus hijos a hablar y con
ello a comprender y a comunicar, la Iglesia, nuestra Madre, nos enseña el
lenguaje de la fe para introducirnos en la inteligencia y la vida de la fe.
Para meditar
(Comentario YouCat) Sin fórmulas
fijas el contenido de la fe se disuelve. Por eso la Iglesia da mucha
importancia a determinadas frases, cuya formulación precisa se logró en la
mayoría de los casos con mucho esfuerzo, para proteger el mensaje de Cristo de
malentendidos y falsificaciones. Las fórmulas de la fe son importantes
especialmente cuando la fe de la Iglesia se traduce a las diferentes culturas y
sin embargo tiene que mantenerse en su esencia. Porque la fe común es el
fundamento de la unidad de la Iglesia.
(Comentario CIC) (C.I.C 172)
Desde siglos, a través de muchas lenguas, culturas, pueblos y naciones, la
Iglesia no cesa de confesar su única fe, recibida de un solo Señor, transmitida
por un solo bautismo, enraizada en la convicción de que todos los hombres no
tienen más que un solo Dios y Padre (cf. Ef 4,4-6). San Ireneo de Lyon, testigo
de esta fe, declara: (C.I.C 173) "La
Iglesia, diseminada por el mundo entero hasta los confines de la tierra,
recibió de los Apóstoles y de sus discípulos la fe [...] guarda diligentemente la
predicación […] y la fe recibida, habitando como en una única casa; y su fe es
igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y
cuanto predica, enseña y transmite, lo hace al únisono, como si tuviera una
sola boca” (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 1, 10, 1-2: PG 7,
550-551).
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