lunes, 4 de enero de 2016
574. ¿Cuáles son las dificultades para la oración? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 574
- repetición) La dificultad habitual para la oración es la
distracción, que separa de la atención a Dios, y puede incluso descubrir
aquello a lo que realmente estamos apegados. Nuestro corazón debe entonces
volverse a Dios con humildad. A menudo la oración se ve dificultada por la
sequedad, cuya superación permite adherirse en la fe al Señor incluso sin
consuelo sensible. La acedía es una forma de pereza espiritual, debida al
relajamiento de la vigilancia y al descuido de la custodia del corazón.
Resumen
(C.I.C 2755) Dos
tentaciones frecuentes amenazan la oración: la falta de fe y la acedía que es
una forma de depresión debida al relajamiento de la ascesis y que lleva al
desaliento.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2732) La
tentación más frecuente, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad declarada
que en unas preferencias de hecho. Se empieza a orar y se presentan como
prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes. Cuando se
empieza a orar, se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados che se
consideran más urgentes; una vez más, es el momento de la verdad del corazón y
de su más profundo deseo. Mientras tanto, nos volvemos al Señor como nuestro
único recurso; pero ¿alguien se lo cree verdaderamente? Consideramos a Dios
como asociado en alianza con nosotros, pero nuestro corazón continua en la
arrogancia. En cualquier caso, la falta de fe revela que no se ha alcanzado
todavía la disposición propia de un corazón humilde: “Sin mí, no podéis hacer
nada” (Jn 15, 5).
Para la reflexión
(C.I.C 2733) Otra
tentación a la que abre la puerta la presunción es la acedía. Los Padres espirituales entienden por ella una forma de
aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis,
al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. "El espíritu
[…] está pronto pero la carne es débil" (Mt 26, 41). El desaliento,
doloroso, es el reverso de la presunción. Quien es humilde no se extraña de su
miseria; ésta le lleva a una mayor confianza, a mantenerse firme en la
constancia. [Fin]
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