jueves, 21 de enero de 2016
583. ¿Cómo es posible invocar a Dios como «Padre»? (Tercera parte - continuación)
(Compendio 583
- repetición) Podemos invocar a Dios como «Padre», porque el
Hijo de Dios hecho hombre nos lo ha revelado, y su Espíritu nos lo hace
conocer. La invocación del Padre nos hace entrar en su misterio con asombro
siempre nuevo, y despierta en nosotros el deseo de un comportamiento filial.
Por consiguiente, con la oración del Señor, somos conscientes de ser hijos del
Padre en el Hijo.
Resumen
(C.I.C 2800) Orar
al Padre debe hacer crecer en nosotros la voluntad de asemejarnos a Él, así como debe fortalecer un corazón humilde y
confiado.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2783) Así
pues, por la Oración del Señor, hemos sido revelados
a nosotros mismos al mismo tiempo que nos ha sido revelado el Padre (cf. Gaudium et spes, 22): “Tú, hombre, no te
atrevías a levantar tu cara hacia el cielo, tú bajabas los ojos hacia la
tierra, y de repente has recibido la gracia de Cristo: todos tus pecados te han
sido perdonados. De siervo malo, te has convertido en buen hijo [...] Eleva,
pues, los ojos hacia el Padre que te ha rescatado por medio de su Hijo y di:
Padre nuestro [...] Pero no reclames ningún privilegio. No es Padre, de manera
especial, más que de Cristo, mientras que a nosotros nos ha creado. Di entonces
también por medio de la gracia: Padre nuestro, para merecer ser hijo suyo” (San
Ambrosio, De sacramentis, 5, 19: PL
16, 450). (C.I.C 2785) Un corazón humilde
y confiado que nos hace volver a ser como niños (cf. Mt 18, 3); porque es a "los
pequeños" a los que el Padre se revela (cf. Mt 11, 25): “Es una mirada a
Dios y sólo a Él, un gran fuego de amor.
El alma se hunde y se abisma allí en la santa dilección y habla con Dios como
con su propio Padre, muy familiarmente, en una ternura de piedad en verdad
entrañable” (San Juan Casiano, Conlatio
9, 18, 1; PL 49, 788). “Padre nuestro: este nombre suscita en nosotros todo a
la vez, el amor, el gusto en la oración [...] y también la esperanza de obtener
lo que vamos a pedir [...] ¿Qué puede Él, en efecto, negar a la oración de sus
hijos, cuando ya previamente les ha permitido ser sus hijos?” (San Agustín, De sermone Domini in monte, 2, 4, 16; PL 3, 1276).
Para la reflexión
(C.I.C 2784) Este
don gratuito de la adopción exige por nuestra parte una conversión continua y
una vida nueva. Orar a nuestro Padre
debe desarrollar en nosotros dos disposiciones fundamentales: El deseo y la voluntad de asemejarnos a él.
Creados a su imagen, la semejanza se nos ha dado por gracia y tenemos que
responder a ella. “Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios 'Padre
nuestro', de que debemos comportarnos como hijos de Dios (San Cipriano de
Cartago, De dominica oratione, 11; PL
4, 543). No podéis llamar Padre vuestro al Dios de toda bondad si mantenéis un
corazón cruel e inhumano; porque en este caso ya no tenéis en vosotros la señal
de la bondad del Padre celestial (San Juan Crisóstomo, De angusta porta et in Orationem dominicam, 3: PL 51, 44). Es
necesario contemplar continuamente la belleza del Padre e impregnar de ella
nuestra alma” (San Gregorio de Nisa, Homiliae
in Orationem dominicam, 2: PG 44,
1148). [Fin]
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