miércoles, 23 de diciembre de 2015
574. ¿Cuáles son las dificultades para la oración? (Primera parte)
(Compendio
574) La dificultad habitual para la oración es la distracción, que separa de la
atención a Dios, y puede incluso descubrir aquello a lo que realmente estamos
apegados. Nuestro corazón debe entonces volverse a Dios con humildad. A menudo
la oración se ve dificultada por la sequedad, cuya superación permite adherirse
en la fe al Señor incluso sin consuelo sensible. La acedía es una forma de
pereza espiritual, debida al relajamiento de la vigilancia y al descuido de la
custodia del corazón.
Resumen
(C.I.C 2754) Las
dificultades principales en el ejercicio de la oración son la distracción y la
sequedad. El remedio está en la fe, la conversión y la vigilancia del
corazón.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2729) La
dificultad habitual de la oración es la distracción.
En la oración vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido
de éstas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquel al
que oramos, tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la
meditación y en la oración contemplativa. Dedicarse a perseguir las
distracciones es caer en sus redes; basta con volver a concentrarse en la
oración: la distracción descubre al que ora aquello a lo que su corazón está
apegado. Esta humilde toma de conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al
Señor para ser purificado. El combate se decide cuando se elige a quién se
desea servir (cf. Mt 6, 21. 24). (C.I.C 2730) Mirado positivamente, el combate
contra el ánimo posesivo y dominador es la vigilancia, la sobriedad del
corazón. Cuando Jesús insiste en la vigilancia, es siempre en relación a Él, a su Venida, al último día y al "hoy".
El esposo viene en mitad de la noche; la luz que no debe apagarse es la de la
fe: "Dice de ti mi corazón: busca su rostro" (Sal 27, 8).
Para la reflexión
(C.I.C 2731) Otra
dificultad, especialmente para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad. Forma parte de la
contemplación en la que el corazón está desprendido, sin gusto por los
pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en
que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y
en el sepulcro. "El grano de trigo, si […] muere, da mucho fruto" (Jn
12, 24). Si la sequedad se debe a falta de raíz, porque la Palabra ha caído
sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión (cf. Lc 8, 6.
13). (Continua)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario