jueves, 3 de diciembre de 2015
562. ¿En qué sentido es mariana la oración cristiana? (Tercera parte - continuación)
(Compendio 562
- repetición) En virtud de la singular cooperación de María
con la acción del Espíritu Santo, la Iglesia ama rezar a María y orar con María,
la orante perfecta, para alabar e invocar con Ella al Señor. Pues María, en
efecto, nos «muestra el camino» que es su Hijo, el único Mediador.
Resumen
(C.I.C 2682) En
virtud de su cooperación singular con la acción del Espíritu Santo, la Iglesia
ora también en comunión con la Virgen María para ensalzar con ella las
maravillas que Dios ha realizado en ella y para confiarle súplicas y
alabanzas.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2677 a)
"Santa María, Madre de Dios, ruega
por nosotros..." Con Isabel, nos maravillamos y decimos: "¿De
dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Porque nos da
a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle
todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora por nosotros como ella oró
por sí misma: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).
Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios:
"Hágase tu voluntad". "Ruega
por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte".
Para la reflexión
(C.I.C 2677 b)
Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos
dirigimos a la "Madre de la Misericordia", a la Toda Santa. Nos
ponemos en sus manos "ahora", en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra
confianza se ensancha para entregarle desde ahora, "la hora de nuestra
muerte". Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz
de su Hijo y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra
(cf. Jn 19, 27) para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso. (Continua)
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