miércoles, 2 de diciembre de 2015
562. ¿En qué sentido es mariana la oración cristiana? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 562
- repetición) En virtud de la singular cooperación de María
con la acción del Espíritu Santo, la Iglesia ama rezar a María y orar con
María, la orante perfecta, para alabar e invocar con Ella al Señor. Pues María,
en efecto, nos «muestra el camino» que es su Hijo, el único Mediador.
Resumen
(C.I.C 2682) En
virtud de su cooperación singular con la acción del Espíritu Santo, la Iglesia
ora también en comunión con la Virgen María para ensalzar con ella las
maravillas que Dios ha realizado en ella y para confiarle súplicas y
alabanzas.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2676 a)
Este doble movimiento de la oración a María ha encontrado una expresión
privilegiada en la oración del Ave María: "Dios te salve, María (Alégrate, María)". La salutación del
Angel Gabriel abre la oración del Ave María. Es Dios mismo quien por mediación
de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a
María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava (cf. Lc 1, 48)
y a alegrarnos con el gozo que Dios encuentra en ella (cf. So 3, 17). "Llena de gracia, el Señor es contigo":
Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena
de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la
presencia de Aquél que es la fuente de toda gracia. "Alégrate [...], Hija
de Jerusalén [...] el Señor está en medio de ti" (So 3, 14, 17a).
Para la reflexión
(C.I.C 2676
b) María, en quien va a habitar el
Señor, es en persona la hija de Sión, el Arca de la Alianza, el lugar donde
reside la Gloria del Señor: ella es "la morada de Dios entre los
hombres" (Ap 21, 3). "Llena de gracia", se ha dado toda al que
viene a habitar en ella y al que entregará al mundo. "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús". Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de
Isabel. "Llena […] del Espíritu Santo" (Lc 1, 41), Isabel es la
primera en la larga serie de las generaciones que llaman bienaventurada a María
(cf. Lc 1, 48): "Bienaventurada la que ha creído..." (Lc 1, 45):
María es "bendita […] entre todas las mujeres" porque ha creído en el
cumplimiento de la palabra del Señor. Abraham, por su fe, se convirtió en
bendición para todas las "naciones de la tierra" (Gn 12, 3). Por su
fe, María vino a ser la madre de los creyentes, gracias a la cual todas las
naciones de la tierra reciben a Aquél que es la bendición misma de Dios: Jesús,
el fruto bendito de tu vientre. (Continua)
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